martes, 13 de febrero de 2007

Mónica Naymich López Macedonio


Mónica Naymich López Macedonio estudió la licenciatura en historia en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Morelia, Michoacán. Actualmente forma parte de la maestría en Historia Moderna y Contemporánea en el Instituto Mora. Recientemente fue reconocida con una beca del programa de estudiantes distinguidos del INEHRM por su proyecto de tesis “Los Tecos en el México de los años setenta y su proyección trasnacional anticomunista”.

¿Quién eres?

Me llamo Mónica Naymich. Nací en Vicente Riva Palacio, un pueblo limítrofe con el estado de Guerrero en la Tierra Caliente de Michoacán. Un lugar que no figura en el mapa y donde hace un calor que raya en la grosería debido a que está inserto en la depresión del río Balsas. El río Cutzamala, que abastece de agua potable al D. F., pasa justo al lado de Riva Palacio, para que lo ubiques.

Estudié un año de preescolar en un colegio de monjas que está en Altamirano, Guerrero, y sólo uno porque las monjas y yo de plano no nos entendimos, siempre terminaban castigándome, ellas sin paciencia y yo sin la disposición de entrar en su modelo. La libertad es creación, y agradecí eternamente a mi madre que me cambiara al Izcalli, donde concluí sin problemas mi educación preescolar.

En Riva Palacio también estudié la primaria y secundaria. La preparatoria la hice en Ciudad Altamirano, Guerrero, que está literalmente a un paso de mi pueblo, en la número 8, que depende de la Universidad Autónoma de Guerrero. Viví en Riva Palacio hasta los 18 años cuando salí a Morelia a estudiar la licenciatura en Historia que ofrece la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, con mucho entusiasmo porque recibí un reconocimiento como estudiante destacado de mi generación en la 8, y pues me la creí. Ya en la licenciatura, un promedio aceptable me permitió concursar en el programa Verano de la Investigación Científica, por una beca que ofrece anualmente la Academia Mexicana de Ciencias, y otra, el Programa Interinstitucional para el Fortalecimiento de la Investigación y el Posgrado del Pacífico. Gané las dos.

Debía elegir una y me decidí por la Academia. A partir de entonces comenzaron mis viajes constantes al D. F., pero esta vez por inquietudes personales, ya no de la mano de mi padre nayarita o de mi madre michoacana; por cierto, de ahí mi segundo nombre. El programa consiste en elegir un asesor afiliado a una institución educativa del país para trabajar junto con él sobre algún tema de investigación, durante dos meses. Elegí a la doctora Daniela Spenser, del CIESAS-D. F., por consejo de mi entonces profesor Salvador Morales, a quien quiero y respeto muchísimo. A ella le planteé mis inquietudes sobre el anticomunismo. Me invitó a los archivos del CISEN y a partir de estos formulé un proyecto de investigación, que fue lo que le prometí a la Academia. Esa beca fue crucial para mí. Después del Verano de Investigación Científica, Daniela me dijo que estaba interesada en abrir una línea de investigación sobre el anticomunismo en el programa de becas externas del CIESAS. Concursamos y nuestro proyecto, Redes Ocultas y Visibles del Anticomunismo Mexicano en Latinoamérica, fue ganador. Recibí una beca durante un año que me permitió viajar constantemente al D. F. y concluir la tesis en mayo de 2005 y con mención honorífica. En septiembre de ese año entré al programa de maestría en Historia Moderna y Contemporánea. Y aquí sigo.

¿Por qué decidiste estudiar Historia?

Tuve pasión por las letras. La primera lectura que me cautivó fue
una que leí en cuarto año de primaria de mi libro de texto gratuito; no se me olvida, era el de historia y se hablaba sobre Coatzacoalcos, Veracruz. Yo decía que iba a ser maestra de historia desde entonces, con el paso del tiempo descubrí que la historia no es sólo una actividad para la docencia. Tuve un excelente profesor en la preparatoria que, por cierto, y como casi siempre ocurre en las poblaciones rurales, no era historiador, sino abogado; pero sus clases eran muy buenas y me cautivaron. Se llama Gabriel López Sarabia y era el director de la institución. Me despertó el interés por entender el mundo político en el que estaba viviendo, decía que yo tenía talento para la historia y pues le creí. Los profesores de historia de la secundaria también me engordaron el ego por ese lado. Pero recuerdo que fue el subdirector de la secundaria quien me dio una gran lección que nunca olvidaré, elegí exponer la segunda guerra mundial, transcribí unas líneas al respecto en una cartulina y pasé literalmente a “practicar la lectura”, me dijo. Ahí aprendí que la historia se piensa, no se recita, y creo que desde entonces no he vuelto a cometer ese error. El interés por la historia política de este país se lo debo a Carlos Salinas de Gortari y a la firma del TLC porque la aparición pública del EZLN despertó a mi ignorancia y generó muchas preguntas. El que busca encuentra. La historia de los movimientos guerrilleros me cautivó, pero más aún la historia de los que estuvieron y se organizaron en contra de ellos, de los que, además, se sabe poco.

Como historiadora, ¿hacia dónde quieres llegar?

A cualquier punto de la geografía mexicana o planetaria donde exista interés por la historia reciente de México, América Latina y del mundo. Ahora voy a entrar al doctorado en El Colegio de México con un proyecto que es de historia contemporánea. Se están abriendo espacios en ese sentido, la prueba es que estoy haciendo una maestría en historia moderna y contemporánea, y el hecho de que me hayan aceptado en El Colegio de México también habla de ello. Quiero dedicarme a la investigación y proponer algunas líneas de investigación que en mi opinión son importantes para emprender la tarea de escribir la historia contemporánea de México.

¿Nos puedes contar acerca de tu proyecto de tesis “Los Tecos en México en los años setenta y su proyección trasnacional anticomunista”?

Sostengo que en México se gestó un movimiento civil anticomunista que tuvo protagonismo regional en América Latina durante la segunda mitad del siglo XX. Los Tecos son una organización clandestina que nació en oposición al proyecto laico y popular de la revolución mexicana, cuyo activismo en ese periodo es uno de los argumentos de tal afirmación. Nacieron en 1935 en el seno de la Universidad Autónoma de Guadalajara, institución privada de orientación católica y punto de convergencia de quienes conciben a la revolución mexicana como un error histórico que debe ser borrado. En la Universidad de Guadalajara se recibió con entusiasmo el proyecto de educación socialista que ratificó el gobierno del general Lázaro Cárdenas, a tal grado que se declaró a esa institución pública, la primera universidad socialista de México. La Universidad Autónoma de Guadalajara y los Tecos –herederos del pensamiento político cristero–, nacieron en reacción a ese entusiasmo socialista que amenazó el proyecto cultural y de vida de la Iglesia católica en aquel entonces. En la segunda mitad del siglo XX, los Tecos dirigieron una organización anticomunista latinoamericana con financiamiento, no de Washington, sino asiático, a través de la Liga Mundial Anticomunista. Voy a averiguar por qué se eligió a aquellos para tal empresa y el porqué del interés asiático por Latinoamérica a través de ese organismo comandado por los Tecos.

¿Cómo decides participar con tu tesis en el programa para estudiantes distinguidos del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana?

La convocatoria sale en Internet y todo mundo la puede ver. El programa renovado del INEHRM, que reconoce no sólo una revolución en México sino varias revoluciones, me quedó como anillo al dedo. Ahora existe mucho más apertura en cuanto a los trabajos que pueden aceptar y becar. La alternancia política del partido bicolor, sin duda, contribuyó a ampliar el espectro de la revolución, antes y después de aquel estallido de 1910 que se hizo gobierno y que le generó, durante el siglo XX, tanta incomodidad. Pero, bueno, el punto es que justamente por esta apertura en la investigación de la historia de México, me interesó plantear a los investigadores del INEHRM la tesis de maestría sobre los Tecos. Uno de los planteamientos principales de mi investigación radica precisamente en el argumento de que los orígenes del movimiento civil anticomunista mexicano se gestaron como oposición al proyecto laico y popular de la revolución mexicana, sobre todo en su expresión cardenista; y les voy a contar qué pasó con esa oposición en el transcurso del siglo XX.

Ahora que te reconocen en este programa, ¿qué sensación te deja?

Pues una satisfacción del tamaño del Atlántico. Siempre es un aliciente saber que hay gente que se interesa por lo que propones y además te apoya.

¿Qué es lo que te ha dado el Instituto Mora para enriquecerte como historiadora?

La oportunidad de estudiar una maestría que presta atención a la historia contemporánea. Justo ahora que estamos cerrando el semestre estudiamos la historia contemporánea de México, la historia de América Latina que también me interesa, y eso es justamente el plato fuerte para mí. Pienso que he podido canalizar mis inquietudes que están enfocadas a estudiar la historia de México en un contexto mucho más amplio del acostumbrado; como ya te he platicado, estudio el movimiento civil anticomunista mexicano y sus vínculos en Asia y Latinoamérica. Pienso que la historia no se concibe encerrándote en un espacio de dos por dos, sino ver las conexiones que existen, porque México no está aislado. A través del Instituto he establecido vínculos académicos importantes en mi formación, uno de ellos es el doctor Barry Carr, que realiza estancias académicas en esta institución. Eso fue fantástico para mí, porque él leyó mi tesis de licenciatura, establecimos una comunicación y ahora me ha pedido un artículo que se va a publicar próximamente en Australia. He estrechado vínculos con gente muy talentosa como la doctora Cristina Sacristán; mi asesora, la doctora Ana Buriano; el doctor Horacio Crespo; la doctora Silvia Dutrénit. Sale, pues me voy porque tengo que hacer una tesis que debo entregar en agosto.

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