Las calaveras o panteones
Paul Westheim
Una de las tradiciones mexicanas en peligro de extinción son las calaveras antiguamente llamadas panteones. Se trata de composiciones en verso en las cuales se ironizan características de personas más o menos conocidas, especialmente aquellas que destacan en el medio político, cultural y artístico. Son una especie de epitafio chusco que narra la "muerte" de tales personajes.
Esta forma de escritura satírica se desarrolló en el siglo xix y se publicaba generalmente en hojas volantes como parte de la celebración del Día de Difuntos, aunque también las encontramos en periódicos y revistas. Al cobrar fuerza comenzaron a ser censuradas por los gobiernos en turno, debido a que una gran cantidad sirvió como crítica a los encumbrados políticos, pues en ellas se manifestaba la inconformidad que imperaba entre los gobernados. La policía llegó a confiscar o a destruir muchas de estas, por lo que no es fácil encontrarlas en las hemerotecas.
La inclusión de imágenes en las calaveras se dio a partir de los años ochenta del siglo xix por el grabador Manuel Manilla, quien, junto con José Guadalupe Posada, desarrolló un género de obras gráficas dedicadas a la muerte, pero no como culto, sino como satírica compañera de los humanos en el inframundo. Ambos tomaron de la “danza macabra” europea su aspecto irónico, se burlaron de aquellos que se jactaban de su poder, su rango, su riqueza; de los falsos valores de este mundo que irremediablemente desaparecen con la muerte, la que “jala parejo” a todos en su momento.
Las calaveras se convirtieron en una expresión llena de humorismo sarcástico para mitigar las penas y tribulaciones del pueblo, haciendo una parodia de la muerte y al mismo tiempo una parodia de la vida.
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